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sábado, 7 de marzo de 2009

Crecimiento y Desarrollo: Los excluidos de siempre; en tiempos de bonanza y de crisis

Marco Flores Santana*
Frank Sanabria Iparraguirre**

Habiendo empezado el siglo XXI y ante los acontecimientos nefastos de la economía en Norteamérica, nunca ha sido mas propicio plantearse la interrogante de si el modelo de desarrollo imperante y que nos viene de occidente es la única vía o en todo caso la mejor para los pueblos latinoamericanos y en especial en nuestro país el Perú.

La cuestión pasa por la conceptualización de lo que debe entenderse por desarrollo, que no está libres de ideologías, y que ha dado por llamar a unos países desarrollados y a otros subdesarrollados, lo cual se ha querido morigerar con el término de “en vías de desarrollo”, de aquí se puede inferir que aquellos llamados subdesarrollados o en vías de desarrollo a lo que deberían aspirar como meta es alcanzar un crecimiento tal que los coloque como países desarrollados.

Se ha planteado que- así como en la época del oscurantismo- las ciencias como la filosofía, las matemáticas y otras no podían florecer sí es que contradecían los postulados de la iglesia católica, para lo cual tenía un papel preponderante la Santa Inquisición, en la actualidad esa nueva religión intolerante y dictatorial es la economía o para ser exactos el “economicismo” que refleja sus bondades en cifras macroeconómicas las cuales son verdaderos dogmas que no pueden ser materia de discusión ya que ir contra ellas supone un “retroceso de lo ya logrado” como sí para todos los sectores socio-económicos el beneficio ha sido el mismo, o peor aún, en algunos casos no ha habido beneficio alguno.

De aquí tenemos que, se ha identificado como caras de una misma moneda el crecimiento y el desarrollo como sí fueran sinónimos sin reparar que son realidades que en muchos casos no guardan correspondencia entre si, ya que el crecimiento no es mas que la mejora de indicadores como el PBI, el ingreso per capita, el camino a la industrialización y otros, pero que en un momento dado toma al hombre como un medio mas y no como un fin. Por el contrario, otros plantean que el desarrollo no debe ser tomado como crecimiento nada mas, sino que debe expresar como fin al hombre, su cultura y valores, humanidad y su libertad dentro del sistema democrático que vele por la equidad y bienestar tanto en la creación de riqueza como en su distribución.

Para contraponer los enfoques actuales de desarrollo hemos creído por conveniente citar a Mariano Grondona quién expone que se trata de un fenómeno integral que cuenta con tres dimensiones:

“Cuando hablamos de “desarrollo” a secas, sin aditamentos, nos referimos a un fenómeno integral, que abarca las dimensiones económica, política y cultural de las naciones. De ahí que sea legítimo imaginar el desarrollo histórico de las naciones avanzadas como un triangulo cuyos lados son el desarrollo económico, el desarrollo político o democracia y el desarrollo cultural o modernidad” (Grondona 1999, 60).

Los lados del triangulo no se expresan en la realidad en forma pura, sino que alguno tiene primacía sobre los demás, sea que prime el económico estaremos ante el estructuralismo que se basa en un proceso netamente económico cuya estructura es en la que pueden actuar eficientemente los actores sociales; el político, impone el institucionalismo poniendo énfasis en las institucionalidad como estructura también pero que no se fundamenta en el economicismo, sino mas bien en instituciones sólidas del sistema democrático, y el cultural que es representado por el culturalismo que pone énfasis en las ideas, creencias y valores de los actores sociales que tienen una percepción diferente de acuerdo a su bagaje cultural.

El énfasis en alguno de las dimensiones explicitadas se verá en los diferentes enfoques que han tenido preponderancia en la historia del concepto de desarrollo , pero cabe señalar que las dimensiones institucionalistas y culturalistas se ubican al lado opuesto del estructuralista.

Las recetas de desarrollo propugnado por occidente para los países del Tercer Mundo tuvieron su punto más alto en la década de los ochenta cuando ante el fracaso de los modelos de Estado Bienestar y una agobiante deuda externa, se plantea por parte del Fondo Monetario Internacional FMI y el Banco Mundial BM los Programas de Ajuste Estructural (PAE), esto significó el énfasis en el crecimiento económico que se refleja en la frase “primero crecimiento, después desarrollo” como la única formula viable para superar la situación de crisis imperante en los países del tercer mundo. A este nuevo renacer del economicismo se le denomina “El Consenso de Washington” que no es mas que la primacía de la dimensión estructuralista económica que se impuso en el Perú a partir de los noventa, luego de un desastroso gobierno del APRA, legitimando la aplicación del programa de ajuste estructural que llevaría hacía el desarrollo a un país con una historia disímil a la de occidente, ya que no pasó por una Revolución Francesa y una Revolución Industrial, sino que por repúblicas oligárquicas, dictaduras y populismo lo que trajo como consecuencia un Estado muy distante de las grandes mayorías y con profundas fracturas sociales y económicas.

La primacía del estructuralismo en el Perú propugnado por las recetas del Consenso de Washington, tenía como fin mejorar los indicadores del crecimiento económico dejando en un segundo plano el costo humano, derechos y libertades, como consecuencia de un enfoque economicista, lo cual se ha reflejado en la ausencia de la equidad, contradiciendo los postulados de que el crecimiento económico es una locomotora que arrastra todos los vagones, o mejor dicho: “cuando la marea sube, sube para todos” o la llamada política del “chorreo”, sino que trajo consigo la profundización de las desigualdades que se expresa en la brecha entre ricos y pobres.

Ante esta visión de desarrollo que acentúa al crecimiento económico y que han sufrido serios reveses en la historia, al no haber incidido en la disminución de la desigualdad sino que hace más grande la brecha entre ricos y pobres, surgen voces que ponen el acento sobre la necesidad de repensar el desarrollo desde una perspectiva humanista, es decir que, el hombre sea el centro del desarrollo en un continente, en nuestro caso el Perú, que evidencia inequidades y desigualdades lacerantes cuyo propulsor es el mismo Estado ineficiente, ineficaz e inefectivo y distante para la mayoría; y útil para una minoría que se beneficia y concentra las bondades y resultados del crecimiento económico durante los últimos años.

El estructuralismo económico en voces de sus mentores ofrece cifras macroeconómicas que deben servir para que la mayoría de la población y sobretodo los pobres que sufren la exclusión social acallen sus voces de protesta, pero al no ser partícipes y beneficiarios del boom económico de estos últimos años, genera una situación de desconfianza y de desconcierto ante lo insólito de que se les diga que hay que prepararse para afrontar la crisis que viene de occidente cuando dada su situación viven en una permanente crisis al tener una vida de subsistencia, y en ese sentido no deja de sorprender que gremios como la Cámara de Comercio de Lima propongan que se reduzca las jornadas de trabajo y por ende los salarios como paliativo para la crisis, como si los trabajadores, a los que casi nunca consultan, concedieran reducir sus ingresos magros justo cuando más lo necesitan.

Ante tal situación, se plantea por Amartya Sen que la mirada que debe darse al desarrollo debe partir por el ser humano, y no solo del crecimiento económico que se expresa en cifras que no muestran la verdadera situación de los pobres, ya que este no debe estar por encima del verdadero fin que es lo que la gente puede hacer y no lo que pueda tener:

“(…) el proceso de desarrollo económico se debe concebir como la expansión de capacidades de la gente. Este enfoque se centra en lo que la gente puede hacer y el desarrollo se ve como un proceso de emancipación de la obligada necesidad de “vivir meno o ser menos”. El enfoque de capacidades se relaciona con aquellas caracterizaciones que conciben al desarrollo como: 1) la expansión de bienes y servicios, o 2) el aumento de la utilidad, o 3) la satisfacción de necesidades básicas, (…)” (Sen 1983, 1116).

Como se puede colegir la propuesta de Sen ha dado por llamarse el enfoque de capacidades que es el precursor del enfoque del desarrollo humano que incluso las Naciones Unidas han establecido indicadores para su medición denominado el Índice de Desarrollo Humano (IDH) que lo integra la esperanza de vida, ingreso per capita y el nivel educativo alcanzado dentro de un contexto de libertad en democracia. Como se aprecia del cuadro N° 1 el IDH, su posición y valores del Perú en los últimos años no es nada halagueño para el desarrollo alternativo del país.

En este punto es preciso detenerse en torno a lo que significa la desigualdad y la exclusión social, en un país como el Perú que se materializa en la condición de pobreza de un importante porcentaje del país que sufre de carencias que no permiten la realización de una vida plena en contraposición a un sector minoritario que concentra los recursos y que se manifiesta en una desigualdad persistente y que paradójicamente en contra de los mentores del economicismo y el crecimiento económico aumenta y se acentúa conforme las cifras macroeconómicas mejoran lo cual crea una situación de conflicto potencial.

Las reflexiones de este trabajo tiene por objetivo dar una mirada desde la posición de aquellos que no son llamados a compartir las bondades del acelerado proceso de crecimiento del Perú y a quienes el desarrollo desde una perspectiva económica y con una estructura que no redistribuye y no crea una demanda laboral que pueda incluirlos y mas aún que puedan empezar el proceso de liberación del estado de pobreza en que se encuentran sumidos.

La mirada de desarrollo como liberación para los sectores excluidos ha encontrado coincidencia en dos autores, uno desde la economía política Amartya Sen al cual ya nos hemos referido y Gustavo Gutierrez desde la perspectiva teológica, se plantea que los pobres no son un dato, son personas que tienen capacidades para iniciar el proceso (liberación) para llegar a lograr su libertad, en este sentido, el Estado debe tener como función primordial propiciar las condiciones para que el pobre pueda desplegar sus capacidades para lograr su propia liberación de una condición no voluntaria y que se impone por la sociedad misma al no encontrar los canales para revertir su situación.

Se necesita por lo tanto, una sociedad que garantice que cada persona pueda desarrollarse libremente en el uso de sus potencialidades pero sin tergiversar los objetivos o la razón de ser de la misma, planteamiento que coincide con la idea de Marx de que la sociedad y sus miembros reconozcan la interdependencia entre sí para cooperar libremente en virtud de ese reconocimiento

Los objetivos deben centrase en el logro del bienestar general y la generación de oportunidades de desarrollo humano, pero sí tenemos modelos de desarrollo que se agotan en sí mismos, en sus logros económicos y no beneficia a los amplios sectores de la población que sufre la opresión de la pobreza y la exclusión, es de esperarse que tengan que surgir voces en discordia al no incluírseles en la participación del bienestar tan vociferado por los dirigentes del Estado como logros irrefutables lo cual se les restriega en la cara a los que no perciben ninguna mejora en su situación.

Pero existe el problema de ¿cómo encontrar los adecuados niveles de acumulación y distribución? Podríamos decir que este es el quid del asunto. No se puede distribuir toda la riqueza acumulada ya que entonces el circuito de creación y producción de excedentes se vería resentido, y por otro lado, tampoco no se puede pretender acumular todo el excedente y no distribuir porque se perdería el horizonte de lo importante del desarrollo que es el bienestar de la gente. Sin embargo, el énfasis se ha puesto en la acumulación pero que no genera el circuito de producción que debería en teoría impulsar la creación de riqueza, sino que se concentra en el enriquecimiento de un pequeño sector.

La institucionalidad del Estado en el Perú es débil, debido a su larga historia de rentismo y clientelaje, por lo tanto su incidencia en la corrección de las inequidades que genera el mercado es ineficiente y en algunos casos propende a que las mismas se produzcan, al poner por delante el llamado crecimiento económico que atropella lo que se encuentre en su camino, sin respetar las culturas y valores, las condiciones de vida y los intereses de los lugares donde se introduce, a este respecto se han generado conflictos en especial de la minería con las poblaciones cercanas y comunidades campesinas, exponiéndose el poder tras la concepción de que en nombre del crecimiento económico todo lo demás es accesorio e inclusive el Estado que suscribe esa posición inclina sus preferencias por la empresa creadora de bienestar en desmedro de los pobladores afectados.

Como ya hemos adelantado, aquí se verifica que las dimensiones políticas y culturales del desarrollo se contraponen al estructuralismo económico, trasladando el centro del crecimiento no en la economía por la economía sino que vincular el desarrollo con la libertad del ser humano en una situación de opresión que es la pobreza, pero no desde una función de tutelaje, sino dando las condiciones para que se incorpore a la sociedad como ciudadano y para eso el Estado debe garantizar este acceso mediante su propia institucionalización democrática, pero respetando las instituciones sociales y culturales ya que la economía no constituye una ley universal que debe aplicarse en el vacío, sino que interactúa con los valores, cultura e historia del medio donde pretende aplicarse.

Otra cuestión que trae consigo el economicismo, en aras del crecimiento económico y acumulación capitalista, es que su implementación y su proceso en pos de asegurar las condiciones de vida a las generaciones futuras, genera un costo humano presente, pero ese costo lo pagan los sectores empobrecidos que son los más expuestos pues no cuentan con servicios mínimos de subsistencia, padecen de falta de provisión de salud en toda su extensión, empleo, educación, justicia y seguridad, una crisis permanente aún en tiempos de bonanza económica. ¿Cuánto costo humano es permisible? es duro utilizar este termino pero es real y no puede voltearse la cara ante esta realidad, o acaso ¿Asegurar las condiciones de vida del presente no influye en el futuro?, no puede hablarse de futuro cuando el presente nos enrostra una situación de pobreza que pone en riesgo la viabilidad social y democrática.

De un enfoque de desarrollo que privilegia el capital físico y deja de lado el capital humano, evidentemente que el acceso a los bienes es para los que en el presente tienen la capacidad de acceder a los mismos, en cambio los sectores empobrecidos no tienen acceso suficiente para obtener productos para su propia subsistencia, en esta situación se manifiesta la exclusión económica y social.

El proceso de liberación de los pobres se enriquece en sí mismo y es lo que ahora se ha denominado el capital social ya que al actuar en búsqueda de su libertad y teniendo al Estado impulsando este proceso, se genera confianza, asociatividad, solidaridad y relaciones que en el contexto cultural peruano tienden a lo colectivo en el que subyacen redes que buscan su inserción con todas sus potencialidades incluso en una economía de mercado.

Pero, este capital social en el Perú surge sin participación del Estado e incluso contra el Estado cuando atenta contra los intereses de poblaciones en nombre del crecimiento económico, arrancando o reivindicando derechos que existen en la normativa legal pero que en la práctica son inexistentes y se manifiestan en redes sociales que subsisten en paralelo a una sociedad formal.

Un fenómeno socioeconómico cultural es la participación en el mercado de redes sociales como los confeccionistas de Gamarra, los fabricantes de calzado del Porvenir Trujillo, vendedores de insumos de calzado en Caquetá y otros que se basan en la solidaridad, confianza, asociatividad y valores que provienen de una cultura de trabajo, en que los integrantes básicamente pertenecen a sus pueblos de origen, que han logrado insertarse en el circuito económico con éxito a pesar de que las condiciones en que se desarrollaron no estaban diseñadas para su surgimiento.

Este dato que contradice la teoría neoclásica económica de la primacía del individuo en la economía de mercado, nace del acervo cultural peruano el cual es pluricultural, lo cual nos reta a redescubrir las enormes potencialidades inmersas en las diferentes culturas que se abren paso para no solo subsistir sino que ser una realidad latente de capital social y redes que pueden ser el camino para terminar con la exclusión y desigualdad de nuestro país, y así poder responder preguntas como: ¿Cuánta pobreza resiste la democracia? o ¿cuánto crecimiento económico espera la pobreza?.

En ese sentido la economía nos advierte sobre el comportamiento de la elasticidad de la pobreza y el coeficiente de Okun. En efecto, la elasticidad de la pobreza nos refleja la escasa sensibilidad de la pobreza para reducirse durante un periodo expansivo de la economía y la extrema sensibilidad para aumentar en un período recesivo como es en la crisis financiera mundial. Para Raúl Mauro la elasticidad pobreza-crecimiento ha aumentado y pasa a 0.62, es decir, que por cada punto de aumento en el PBI per cápita, es de esperar que el porcentaje de la pobreza se reduzca en 0.62 puntos. Este mismo autor considera que la pobreza aumenta más del 2% cuando aparece un periodo de recesión económica, lo poco avanzado en estos años en la reducción de la pobreza, logrados por un contexto de crecimiento económico vigoroso, podían ser diluidos por un sólo año de recesión económica. Por su parte, Jüergen Schuldt encuentra que la elasticidad arco es de -4.8 Es decir que, por cada punto porcentual que crece el Producto Interno Bruto, la pobreza se reduciría en casi medio punto.
Otro punto a analizar son los nexos entre el crecimiento económico, la creación de empleo y la pobreza. Solamente es posible reducir la pobreza si el crecimiento impacta tanto en la creación de nuevos empleos y en el mejoramiento de los ingresos de los existentes. Pero no todo el crecimiento se transforma en nuevos empleos o ingresos. El indicador que mide este grado de "conversión" se llama coeficiente de Okun. La profesora Cecilia Garavito de la PUCP, reporta un coeficiente de 0.08; podemos apreciar que el Perú es un país donde el crecimiento económico tiene un bajo impacto en la creación de empleos.
El problema del escaso impacto de la pobreza ante el crecimiento se debe a la poca sensibilidad del empleo ante este último. Sino se resuelve este problema veremos que el crecimiento no será una herramienta efectiva para resolver el problema de la pobreza en nuestro país. Cualquier proceso recesivo, originada por cambios en el contexto internacional ante la crisis financiera mundial, volverá a poner la situación crítica y estaremos donde comenzamos.
Consideramos que una medida concreta tiene que ver con promover una transformación de la estructura productiva de nuestro país. No podemos depender únicamente del crecimiento sobre la base de la minería o la especulación. Es necesario redistribuir las rentas que estas actividades generan para formar una base productiva manufacturera invirtiendo en capital humano masivo, de la mejor calidad.


Cuadro N° 1.-IDH. Posición y valores del Perú en los últimos años.

Año Informe No. de países Ranking Perú IDH Perú Año Estadísticas

2007-2008 177 87 0.773 2005 2006
177 82 0.767 2004
2005 177 79 0.762 2003
2004 177 85 0.752 2002
2003 175 82 0.752 2001
2002 173 82 0.747 2000
2001 165 73 0.743 1999
2000 174 80 0.737 1998

Fuente: PNUD Informes de Desarrollo Humano últimos años




BIBLIOGRAFIA

BALBI, Carmen Rosa.
( ) Mantención y redefinición de identidades culturales en el Perú. Presencia de la cultura andina amazónico en el marco del desarrollo.

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IGUIÑEZ Echevarria, Javier
(2003) Desarrollo, libertad y liberación, en Amartya Sen y Gustavo Gutierrez. Centro de Estudios y Publicaciones CEP. Lima.

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VALCARCEL, Marcel.
(2007) Desarrollo y desarrollo rural: enfoques y desarrollo. Cuaderno de trabajo N.º 3. Dpto. de Ciencias Sociales PUCP. Lima.

VALCARCEL, Marcel.
(2006) Aspectos teóricos del capital social y elementos para su uso en el análisis de la realidad. Consorcio de Investigaciones Económicas CIES.


Marco Flores Santana*.- Abogado Tributarista de la PUCP. Maestría de Ciencia Política con mención en Gestión Pública PUCP. Experiencia en Administración Pública (Sunat, SAT, MITINCI, asesor y funcionario de diferentes gobiernos locales y profesor de Gerencia Municipal.


Frank Sanabria Iparraguirre**.- Economista de la PUCP. Egresado de la Maestria de Ciencia Politica con mención en Gestión Pública y de la mención de Políticas Públicas y Sociedad Civil. Experiencia en la Administración Pública (Sunat y Ministerio de Trabajo).

Contacto: marcofloressantana@hotmail.com
www.marcofloressantana.blogspot.com

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