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martes, 2 de noviembre de 2010

Los retos de una nueva gestión municipal en Lima

Después de ocho años de gestión del saliente Alcalde Castañeda Lossio, a pesar de sus "buenas intenciones" no se ha avanzado en materia de seguridad y transporte público, más aún podríamos hablar hasta de involución.
El énfasis en la obra pública ha rendido frutos en términos de aceptación del Alcalde, en contraposición al pobre desempeño de la infraestructura y los impactos deseados. Pero, ¿que debe buscar un funcionario público? ¿La cimentación de la figura pública o el logro de resultados dentro de la lógica de la eficiencia?
La nueva gestión liderada por Susana Villarán debe acometer estos dos problemas acuciantes desde un enfoque basado en impactos y resultados que sean de utilidad para la mayoría de la población. En el caso de la seguridad la articulación del serenazgo y la policía nacional, y la promoción de la participación ciudadana, es fundamental, pero nada se lograría sin un plan de seguridad que sea liderado por la autoridad edil con el compromiso de las entidades públicas implicadas.
En torno al transporte público, a pesar de la profusión de obras, no se avizora una solución que pueda terminar con el caos que es producto de la falta de control que ha contribuido a generar una canibalización de los transportistas. El transporte tiene dos problemas principales: el transporte público masivo y los taxistas, en primer término se trata de un problema de mercado sin reglas que no incentiva la eficiencia, y en cuanto a los taxistas corresponde también a un problema de mercado, pero también a una válvula de escape al desempleo que constituye un factor social de no menor importancia. La mirada hacía al peatón y los ciclistas puede orientar una lógica que les favorezca como alternativa.
Otros problemas importantes son la planificación del crecimiento de la ciudad, la organización territorial, la zonificación dentro de una estrategia de desarrollo urbano ¿cómo queremos crecer?, el apoyo a los emprendedores y el incentivo al acceso a mercados competitivos, aquí se tiene que trabajar mucho con el tema del los TUPAS que son diversos y enrevesados, según cada distrito y que se contraponen a el desarrollo económico local.
La fiscalización y control tiene que adecuarse a la convivencia y la sanidad ciudadana y desligarse del concepto meramente impositivo, que es importante pero que no debe ser tomado como índice de eficiencia de la autoridad. Un acompañamiento de las actividades podría llevar a tener una visión integral y no de estancos pugnando por indicadores de eficiencia no deseados por su resultado inverso.
Una ciudad saludable impone espacios para la convivencia y la recreación, pero también un cambio de actitud del ciudadano que se refleje en el resurgimiento de valores que tiendan a la inclusión y no persistir en una ciudad que se percibe ajena en su conjunto, personas y bienes. La inversión pública debe tender a eso a generar el encuentro en un ambiente que propenda a ello.
En cuanto a los programas sociales, así como las transferencias de salud y educación, buscar la integración, la mejora de calidad, el respeto por los derechos fundamentales, pero sobretodo que se imponga una mejor calidad de vida desde la óptica de las ciudades saludables desde la visión holística.

En resumen, hacer de Lima una ciudad en la que se pueda vivir, integrada, solidaria e inclusiva, en dos palabras: mas humana.

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