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martes, 27 de noviembre de 2007

´Perro del hortelano y el perro de Rousseau

El Zorro de Abajo. En defensa del perro del hortelano
Sinesio López Jiménez.
El perro de García no es como el perro de Rousseau: fiel, leal y cariñoso. Por esa razón lo escogió como su único acompañante cuando los gobiernos de Francia y Suiza lo perseguían para encarcelarlo (por haber escrito La nueva Eloísa, Emilio y El Contrato Social) y el filósofo inglés David Hume le ofreció asilo en Inglaterra para protegerlo. Por el contrario, el perro de García es, por propia confesión, como el del hortelano: no come ni deja comer. Cada uno tiene el perro que se merece. Esta es la conclusión a la que llegué después de leer el extenso artículo que García publicó en el decano. Me sorprendió, en primer lugar, que García escribiera en El Comercio y que éste acogiera con evidente simpatía su artículo, dada la enemistad histórica que ha existido entre el Apra y el decano de la prensa nacional. Más allá de la sorpresa, me parece bien para el Perú y para la política peruana que dos enemigos históricos pasen de la enemistad a la reconciliación. Me llamó también la atención lo escrito por García porque lo que allí dice lo ubica en el polo opuesto de "El antiimperialismo y el Apra" y otros escritos fundacionales del partido de Alfonso Ugarte. Esta negación de Haya de la Torre por Alan García es un asunto que concierte a los apristas y a los simpatizantes del Apra. Ellos tienen que confirmar o desautorizar esta negación doctrinaria del Apra por parte de García. El viraje ideológico a la derecha, que venía expresándose en las políticas del gobierno, aparece ahora dicho en blanco y negro como una negación explícita de la doctrina auroral del Apra. Me sorprendió asimismo que García escribiera como si estuviera descubriendo la pólvora cuando en realidad está repitiendo lo que ha pensado la derecha desde siempre, particularmente la oligarquía. El modelo de desarrollo de la oligarquía fue la economía de exportación basada en la explotación de los abundantes, diversos y ricos recursos naturales, extraídos por la mano de obra que no siempre fue asalariada (porque los rentistas utilizaron extensamente el trabajo servil) y que siempre fue barata. ¿Cuál es la diferencia entre el modelo económico oligárquico y el que propone García? En realidad, casi ninguna. Lo que propone García es la profundización del mismo modelo con pocas y superficiales novedades. El trabajo servil de antes será ahora reemplazado por los services y por los contratos, típicas modalidades de trabajo (que utiliza el capitalismo salvaje para elevar desmesuradamente sus ganancias) contra las cuales insurgió la candidatura de García en el 2001 y en el 2006. La propuesta de García es privatizar los bosques amazónicos, vender las tierras comunales, expropiar a los campesinos y pobladores sus tierras para entregar el subsuelo a las grandes corporaciones extranjeras. García cree que este modelo de desarrollo hará del Perú, sino un paraíso, al menos un país con bienestar, pero que el gobierno aprista y él mismo como presidente no pueden impulsarlo porque tienen la férrea oposición del perro del hortelano. Me pregunto si al perro del que habla –el del hortelano– y al que atribuye un enorme poder, no le asiste alguna razón frente a lo planteado por García. Después de todo, no hay que pensar que el perro del hortelano siempre está equivocado. Puede suceder que en algunas ocasiones su acción sea la correcta. Estamos acostumbrados a pensar que el perro del hortelano actúa siempre mal porque actúa por envidia que es considerada generalmente un sentimiento negativo. Tocqueville, el más brillante pensador político del siglo XIX, creía, sin embargo, que la envidia era un sentimiento democrático porque ayuda a combatir la desigualdad y estimula la búsqueda de la igualdad.Lo que sucede es que García comparte con Burke, un preclaro representante del pensamiento reaccionario, el mismo sentido de la envidia: "siendo desesperadamente pobres –escribió Burke refiriéndose a los curas pobres de la representación del clero en vísperas de la Revolución Francesa– no podían considerar la propiedad, tanto secular como eclesiástica, sino con ojos de envidia". ¡Qué parecidos son esos curas franceses de los que habla Burke a los campesinos pobres a los que se refiere García y a los cuales quiere despojar de su propiedad para entregarlos a las grandes corporaciones extranjeras! Si de eso se trata, entonces el perro del hortelano tiene razón y no es tan diferente del perro de Rousseau.

Artículo publicado en el Diario La República, el 2/11/07

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